Colores, risas y confesiones es lo que irradia esta segunda etapa del taller de verano de Arte Terapia, impartido por la profesora de Arte de la Universidad Católica, con un diplomado de Terapia en Arte, Fabiola Águila quien nos comentó su felicidad de estar participando: “Lo que muchas personas no saben es que el arte no es solo la parte estética, sino también plasma la energía de cada pintor. Esto se ve reflejado en la actitud de cada paciente que llega con muchas ganas de empezar el taller y que sea pronto la próxima clase”.
Agrega que es su primera vez haciendo este tipo de clases a pacientes oncológicos “es una experiencia única, en donde no solo yo le enseño a los pacientes, ellos también me enseñan mucho a mí. Ver cuanta energía tienen cada vez que pintan es tan enriquecedor”.
“Una linda experiencia para evadir los problemas”
La técnica, que se está utilizando en estas clases de febrero y que se pueden realizar gracias al financiamiento de la Fundación Oncológica Dr. Caupolicán Pardo, se llama Monocopia, que es el encuentro con el color mientras de fondo se escucha música relajante que permite que cada persona empiece a expresarse según lo que siente.
Armando Lazo, tiene 75 años y hace 10 que es paciente por un cáncer de colon. Nos comenta que desde antes de su enfermedad solía hacer un oficio que le encantaba, mueblista, era lo que más le apasionaba, hacer muebles franceses, ingleses y españoles. Tenía una gran cartera de clientes que le encargaban de todas las medidas y tamaños, el problema fue que con las grandes tiendas su negocio empezó a caer hasta que lo tuvo que cerrar. “Me encantaba hacer muebles, pero cerré mi taller y después vino la enfermedad. Gracias a los talleres sobre todo el de Arte Terapia puedo conocer a mucha gente. Me encanta convivir con personas, ya que siempre he dicho que si la gente no convive no existiría”.
Una de las personas que más se emociona en esta sesión es Hermosina Díaz, de 75 años, quien se desahoga cada vez que asiste a la clase. Con una gran pasión ella pinta, dibuja, ayuda al resto y a la vez cuenta su historia de cómo llegó al Instituto Nacional del Cáncer. “Me vengo tan contenta al taller hasta el punto que no me fui de vacaciones para poder realizar esta actividad. La pena se me transforma en color, es maravilloso ya que tenía un gran vacío en mi corazón y con los colores lo llené”.
Bancas pintadas, manos manchadas y ropa con pintura es lo que se ve al llegar, cada martes y jueves de este verano, al patio interior del establecimiento. En medio de este paisaje se ve una mujer acompañada de su hijo, quien la observa y le da ánimo en reiteradas ocasiones.
Exclama Rosita Fuentes de 47 años: “No sabía que los colores daban energía, gracias a ello reviví, se me quita la tristeza, la falta de energía. Estuve tres días hospitalizada, y luego tenía que hacer reposo en mi casa y no quise. Me vine para acá porque esto me llena y mi hijo Enzo de 14 años me acompaña siempre, que mejor que eso”.
De lejos se veía una mujer sentada en una banca, pintando pequeños árboles que le daban color a la montaña que ya se encontraba plasmada.
María Angélica Vega, de 64 años pertenece también a este grupo de personas y reconoce que el taller le da vida: “Acá conocí nuevas amistades, es increíble lo que hace la pintura, como te relaja, yo antes solo me dedicaba hacer dueña de casa, en eso me ocupaba y me aburría, siempre lo mismo, hasta que llegue acá y es maravilloso. Al pintar yo viajo a otro mundo, olvido mis problemas, dolores, etc. Este instituto tiene muy buenos talleres, yo he ido a otros hospitales y no hacen nada, acá ayudan a los pacientes”.
Dina Velásquez, de 60 años, aunque ella dice que son 25, también se trata en el INC. Es una de las primeras alumnas en llegar y una de las últimas en irse. Está muy alegre con los resultados que ha sentido gracias a la clase. Se siente libre y feliz. “Me siento mucho más relajada y libre también me gusta estar con mi gente de acá, ellos me entienden por lo que estoy pasando, ya que han vivido lo mismo. No me siento sola, me gusta este lugar y las nuevas amistades que tengo, sobretodo aquí puedo decir todo lo que yo quiero sin reservarme de nada”.
Olor a pintura, personas conversando y miembros de la comunidad observando el arte que hace cada uno de los integrantes del taller. “Es una experiencia que no solo te distrae, te llena el corazón y te hace viajar a un mundo donde todo lo malo se desvanece y no existe ninguna preocupación, de eso se trata el Taller de ArteTerapia”, concluye Dina.
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